Por: Melissa R., Florida
Cuando me diagnosticaron un tumor cerebral, no sabía qué me depararía el futuro. Solo sabía que quería tener la oportunidad de luchar.
Me siento orgullosa de decir que tuve esa oportunidad. Gracias a un equipo de atención médica sólido y a los tratamientos adecuados, hoy estoy aquí. Pero el miedo que sentí durante ese tiempo, la espera, la incertidumbre, la preocupación sobre si tendría acceso a los tratamientos que necesitaba nunca me abandonaron completamente.
Por eso estoy contando mi historia.
Últimamente, en Washington se ha hablado mucho sobre políticas de fijación de precios internacionales que suenan buenas en la teoría, pero podrían tener consecuencias reales para los pacientes que luchan por sus vidas como yo tuve que hacerlo. En especial, me preocupa que importar precios al estilo socialista terminará limitando el acceso a nuevos tratamientos, como los que salvaron mi vida.
En lugar de impulsar políticas que podrían poner en riesgo el acceso a futuras curas y tratamientos, deseo que los legisladores se centren en soluciones más inmediatas que ayuden a reducir las barreras en la atención que enfrentan los pacientes.
Un buen primer punto de partida es garantizar que las compañías de seguros y los gerentes de beneficios de farmacia (PBM) asuman su responsabilidad. Con demasiada frecuencia, los PBM deciden qué medicamentos pueden obtener los pacientes y cuánto pagarán por ellos, lo que lleva a los pacientes a usar fármacos de mayor costo o retrasa el acceso a los tratamientos que les recetan sus médicos. Una reforma significativa del PBM significaría que más pacientes reciban el medicamento correcto en el momento indicado, sin demoras ni costos innecesarios.
En segundo lugar, debemos asegurarnos de que los hospitales no estén aprovechándose de los pacientes al cargar enormes márgenes en los medicamentos que a menudo compran con grandes descuentos solo para abultar sus ganancias. Como asesora financiera, trabajé con familias que hacen todo lo correcto: elaboran su presupuesto cuidadosamente, planifican con anticipación y procuran estar al tanto de sus gastos, solo para recibir facturas hospitalarias costosas que no reflejan el costo real de su atención. Es difícil explicarle a alguien por qué el sistema parece recompensar a las instituciones y no a los pacientes.
Al final del día, si el objetivo es reducir los costos y ayudar a los pacientes, es más lógico que nuestros políticos se centren en las partes de nuestro sistema de atención médica que pueden brindar alivio inmediato a los pacientes y sus familias sin sacrificar la innovación futura.